miércoles, 26 de octubre de 2022

Hombre en el Metro

Mientras divagaba por las calles de la ciudad y estando al término de un invierno gélido, parada en la esquina de las calles moneda y compañía. Magdalena, una amiga, a la cual acompañaba a comprar un vestido para su graduación, me comenta la misma historia sobre su prima y su fallido matrimonio, mientras yo, evitaba escucharla, intento escapar inventando algún sueño idílico, con tal de no escuchar la repetida historia que ella suele contar. Mi mirada se centra en los rostros que se cruzan al caminar, en ellos veo desesperanza, desazón, luego reflexiono, cual será la causa de esa miradas, y me pregunto, cuál será la razón de su pesar?. No entiendo el porque nos centramos en el dolor y nos olvidamos de vivir Y luego me pregunto, ¿Cuál será la causa de este pensamiento tan oscuro? ¿Será el temor a enfrentar que somos vulnerables ? Y cual es el motivo por el cual no escarbamos nuestro ser interior, prefiriendo obviar aquello que nos molesta y nos produce temor?, Mientras meditaba esto, intempestivamente llaman mi atención árboles y flores, que hay en la avenida y están en proceso de floración, que mágicamente me abstrae de mi cavilación. Esta imagen me hizo recordar paisajes de mi niñez que ya había olvidado por la vorágine de la vida, y por qué estamos inmersos el trabajo, y por un capitalismo cruel que solo nos hace alejarnos cada día más de nuestras raíces y sueños, quizás sea el momento preciso de buscar en lo más profundo de nuestro ser , aquella duda, o mejor dicho, buscar el motivo de nuestro dolor, ese que siempre buscamos y nunca nos atrevemos a encontrar. En ese instante, es cuando Rocío me toma del brazo y me despierta de este pensamiento mágico , diciéndome, Matilde, ¿en que piensas?, nada dije, nada, no quise decir , ya que ella no cree en mis ideas tan profundas y siempre me llama loca. Cuando nos aprontábamos a abordar el metro, atestado de personas sudorosas por el encierro y el calor, como si fuésemos ganados yendo al matadero, y curioseando en el lugar, percibo rostros que evitan la mirada, y nuevamente leo en esos rostros tristeza y preocupación. Mi ser siente ganas de gritarles, ¡Despierten!, vivan la vida, todo tiene su propio tiempo, no desesperen. Inspeccionando el vagón para entretener la mirada, por el largo trayecto, y tratando de evitar escuchar a Rocío que solo se quejaba de lo horroroso que era viajar en metro. Es cuando aparece a mi diestra, un hombre esbelto, pelo cano, no sé porqué, pero su magnetismo llamó mi atención. Sentí que el universo se había conjugado para este encuentro y me dio tal agonía que me angustie. Mi mirada se clava en aquel personaje, que sentado leía un libro de poesía de Gustavo Adolfo Becker. En ese instante, cuando nos aproximamos a la estación de nuestro destino, se cae mi teléfono, (que llevaba con recelo en mi mano), justo debajo de su asiento. Y ahora, que recuerdo aquel instante, me doy cuenta cómo el universo hace esas jugadas magistrales, las cuales uno nunca termina por entender, que nada es casual. Por primera vez su mirada se clavó con la mía, sentí las mejillas como se sonrojaban, acusando mi sentir. Baje la mirada rápidamente, y me dirigí con premura y vergüenza a la puerta que ya se estaba por cerrar. Me alejé pateando la rabia por no haberle dicho algo más. Y Rocío me comenta, ¿viste aquel tipo que estaba en el vagón? Sí respondí.Y sigue con su discurso soso, estaba muy guapo amiga, debiste haberle dado tu número de teléfono, eres muy tonta, la hago callar, porque bastaba con los reproches que de mi mente fluyen. Caminamos por horas buscando el bendito vestido para su graduación, y yo seguía con la imagen de aquel encuentro furtivo, que seguía perturbando mi mente y el reproche se hacía dueño de mis pensamientos, no lograba concentrarme en la búsqueda, no era buena compañía ese día, por no haber hecho o dicho algo más. Volvimos a casa y yo seguía sintiendo el olor de su perfume, que me hizo despertar. Unos días más tarde, mientras mi mente como siempre divagaba, tratando de arreglar el mundo y pensando en algo que ya no logro recordar. Fijo la mirada, en un punto muerto, y cuando logro por fin acallar mis pensamientos, me doy cuenta que me detengo en una librería,sin saber cómo el destino me llevo ahi, de la cual iba saliendo un hombre que nuevamente me llama la atención, con un abrigo largo, de aspecto viril, que a primera vista me recordaba alguien, pero no lograba relacionar a quién podría ser. Seguí pensando por largo rato, mientras mi amiga seguía en su búsqueda, donde había visto a ese personaje misterioso, cuando en un chasquido de dedos, lo recordé... Era él, el tipo del metro, aún más alto y más esbelto que aquella vez, Uf!! Fue la expresión que salió espontáneamente de mi ser. Mis manos sudaban al ver su figura acercarse lentamente. Y nuevamente, pasa por mi lado sin notar mi presencia, que disgusto sentí al ver su displicencia, en ese instante, al ver su indiferencia tome valor y lo seguí. Después de un largo trayecto y cansada de tanto caminar, el se detiene en un café, observa al interior, se acerca a una mesa y se sienta, yo determinada me acerco y miro al interior por la esquina de la ventana, tratando de no ser vista para poder observar donde se había sentado, en ese instante recordé que había dejado a mi amiga atrás en una tienda, viendo un vestido, no me importó, yo seguía mirándolo, de repente capte que hojeaba el libro que recientemente había adquirido y casi sin pensarlo, me aproximo, paso a llevar su brazo a propósito para llamar su atención, me mira con displicencia, y continua la lectura. Me siento a su diestra y de reojo observo cada movimiento que él realiza, por segunda vez percibo esa magia que emana de su ser. Un soul hace que la atmósfera se torne romántica a tal punto que me sumerge en un sueño profundo que me lleva a navegar por un mar de esperanzas. De repente alguien toca mi hombro haciéndome aterrizar a la realidad, y dice - Que tal!, y al abrir los ojos, con asombro me doy cuenta que era Él, con voz profunda y me dice; hola ..., Ah, hola, eres el chico del metro, ¿Verdad? le pregunté ingenuamente, si, continúa el, no sé si es el destino, pero hoy nuevamente te cruzas en mi camino, Y yo, le contesto, Mmm deberás, no lo había pensado. Y luego me pregunta ¿Qué tomas? , Un capuchino, le conteste...te invito otro... Ah! Ok, gracias le respondí, se sienta a mi lado y continuamos nuestra conversación por un largo rato. Me comenta que es profesor de Artes y que está cesante, que llena sus días leyendo para distraer su mente de la cotidianidad y de los problemas que le aquejan. Estuvimos conversando por varias horas hasta que la noche nos cayó encima. Le comento que ya es tarde, que me debo retirar, que el camino es largo, me despido con un beso en la mejilla, y le digo hasta una próxima. En el momento que me prestaba a retirar del lugar, me toma la mano y dice, me llamo Fabián Castelló un gusto conocerte, soy Matilde Ampuero, respondo mirándolo con ansiedad, y le digo ... Ha sido un gusto tbn !... continué mi camino, y él siguiéndome, me pregunta... Siempre vienes por aquí; Mmm... no, no siempre, esta vez fue una casualidad andaba paseando por el lugar con una amiga y sentí el olor a café y este me invitó a entrar, y luego recordé que andaba con consuelo, justo ella me encuentra, le hago guiños para que se vaya, el cual ella entiende y se devuelve. En ese momento, me vuelve a preguntar, ¿te puedo acompañar? Si claro le contesto, y recuerdo que andaba con Consuelo, que me esperaba en el lugar, la busco por todos lados y no la logro encontrar, me pregunta a quién buscas, a un amiga que al parecer ya se fue. Retomamos la conversación por varias cuadras más, hasta que dimos con una plaza, era tal la conexión que nos abstraemos del lugar. El silencio nos invade, su mirada se clava en la mía y mi cuerpo se estremece con la fragancia emana de su piel, en ese preciso momento se encienden mis ganas de besarlo. Me asusto, y logro reponerme de este sueño que me apasiona. De un salto me pongo de pie, camino rápidamente. Y me dice: a donde vas?, a casa le respondo, ya es tarde, Te acompaño si lo deseas, está bien, le respondo, y caminamos unos metros, conversamos de todo un poco, Yo, atentamente escuchaba sus historias, que hacían que me interesara cada segundo más en él, llegamos a casa, le dije, bueno adiós espero seguir encontrándonos en el mismo lugar. Fui tres veces más en su búsqueda, nunca más lo vi, luego pregunté por él en el café y me enteré que se había ido a Italia en busca de aventuras… Desde ese día sueño con verlo, en el mismo lugar donde lo vi por primera vez, y el olor a café me remonta a esos días donde descubrí que fui feliz. Marcela Ambuchi C reeditado Octubre 2022

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